El voluntariado es una actividad de gran valor social, una actividad que nace de la solidaridad, la voluntad y también del sentido de la responsabilidad hacia nuestro entorno y capacidad de organizarnos para mejorarlo. 

La dimensión ética del voluntariado es innegable y fundamental para su desarrollo. Dentro de esta dimensión ética no sólo hay principios y valores, como los de igualdad, justicia, cultura de paz, etc. También hay emocionalidad detrás de esos vínculos: la empatía es uno de los motores del voluntariado y del tercer sector en general.

Si atendemos a las cifras, observamos que en España el porcentaje de mujeres voluntarias es sustancialmente superior al de hombres voluntarios, y que la mayoría de ellas (casi el 60%) dedican su labor voluntaria al cuidado de otras personas. Esta es una foto fija que se repite año tras año con pocas variaciones?

¿Qué rol ocupa la ética dentro del voluntariado? ¿Cómo integrar emociones y principios éticos? ¿Ejercemos nuestra labor desde la igualdad y la equidad? ¿Qué valor debemos dar al cuidado?

Importancia de la ética práctica: los códigos deontológicos en las profesiones

Empecemos por la Ética: dentro de la Filosofía aplicada, es una disciplina de carácter práctico, ya que pretende servir de guía en nuestra vida, relaciones y ocupaciones. Como personas y como organizaciones, aspiramos a que nuestros principios éticos sean coherentes con nuestros valores y con los objetivos que pretendemos alcanzar. Esta reflexión está muy presente en el tercer sector y forma parte de un debate en contínua revisión. 

Casi todas las profesiones (sobre todo aquellas en las que se trabaja con personas) cuentan con un código ético o “deontológico”: un conjunto de normas, criterios o valores que guían la labor profesional. La Medicina o la Abogacía cuentan con el suyo, y en el caso del voluntariado también existe.

En el marco de la pandemia la Plataforma de Voluntariado de España elaboró una guía ética con carácter universal para todas sus entidades miembro. Esta guía se apoya en los DDHH, tiene un carácter relacional y abierto que la hace compatible con otras normativas más específicas. Contempla objetivos comunes así como valores, estrategias de mediación y compromisos. Esta nueva guía viene a actualizar la que ya se había publicado en el año 2000 y que fue fruto del consenso y la reflexión a partir de la reforma de la Ley de Voluntariado de 1996.

Los códigos éticos o deontológicos toman como referencia diversas teorías éticas, sin embargo, no todas las teorías éticas son iguales, ni contemplan las mismas prioridades, ni parten de los mismos análisis de la realidad. Cabe hacernos algunas preguntas:

¿Son las normas de actuación lo más importante en un compromiso ético? ¿Qué teorías son más útiles para nuestra práctica del voluntariado? ¿Cuáles son más coherentes con los principios que hay detrás de nuestra labor?

Ética del cuidado; ética de la justicia

La Ética del Cuidado pone especial atención a las relaciones que las personas establecen entre ellas y con su contexto y entorno. Entiende que somos seres situados en una red de interdependencias y reconoce esa responsabilidad que tenemos los unos hacia los otros. 

Esta teoría, enunciada en 1982 por la filósofa y psicóloga Carol Gilligan (quien además se convirtió en la primera profesora de Estudios de Género de la Universidad de Harvard), surge como contestación a los argumentos de dos pensadores contemporáneos y de quienes había sido discípula: Jean Piaget (conocido por sus estudios sobre el desarrollo cognitivo en la infancia) y Lawrence Kohlberg (famoso por su teoría sobre el desarrollo moral). 

El problema que Gilligan encontró en las propuestas de sus colegas, problema que sintió la necesidad de resolver, es que excluían e infravaloran las experiencias de las mujeres: Piaget y Kohlberg concluyeron que los hombres son más individualistas y toman decisiones claras desde un juicio autónomo; sin embargo (según sus conclusiones) las mujeres tienen menor desarrollo moral que los hombres debido a que poseen una mayor sensibilidad hacia las otras personas, lo que puede hacer que cambien sus propias reglas y se responsabilicen del cuidado de los demás. 

Estas conclusiones no sólo están sesgadas por la experiencia masculina de sus autores, sino que desvalorizan profundamente cuestiones que se han ligado tradicionalmente a la feminidad, como la empatía y el cuidado. Y estas son precisamente las actitudes que la Ética del Cuidado pretende revalorizar y universalizar. 

Gilligan demuestra en sus estudios (donde no busca generalizar, sino encontrar una tendencia social) que, efectivamente, mujeres y hombres se enfrentan a las decisiones morales de modos distintos. Sin embargo, las conclusiones que ella extrae son bien diferentes:

  • Este diferente modo de “razonar moralmente” se debe a la socialización diferencial de género: a cómo niños y niñas reciben diferentes estímulos, roles y expectativas. El problema está en la Educación.
  • El modo de razonar de las mujeres, lo que ella llama “una voz diferente” es valioso para toda la sociedad. Es un modo de tomar decisiones que se adapta al contexto, y en él están presentes subjetividad, cuidado, responsabilidad, comunidad, atención, respuesta activa al otro, interdependencia, evitación del daño y satisfacción de las necesidades de todas las personas. El motor moral de las mujeres, para Gilligan, es la cooperación y las aptitudes que desarrollan son la empatía y la capacidad para entablar y sostener relaciones humanas para el cuidado.
  • El valor de cuidado debe de dejar de ser femenino e infravalorado para pasar a ser universal, compartido de manera corresponsable por todos los seres humanos. En sus propias palabras: “en un contexto patriarcal, cuidar es una ética femenina; en un contexto democrático, cuidar es una ética humana”. La Ética del Cuidado es una propuesta de carácter feminista y democrático.

Ésta es la principal confrontación entre Kohlberg y Gilligan: para él, la manera que tienen las mujeres de preocuparse por los demás es excesivamente concreta y directa, no requiere de unos principios universales; para ella, los cuidados sobre los que las mujeres construyen su sentido de la justicia favorecen el desarrollo moral en un modo valioso pero menospreciado por la perspectiva masculina de justicia.

Para la Ética del Cuidado lo importante es decidir las acciones más justas en base al contexto y evitando el daño. Para la ética de la justicia lo importante es mantener los valores a través de principios y las normas.

Pero, ¿Es posible, como propone Gilligan, universalizar el cuidado? ¿Son compatibles estas dos éticas? ¿Qué aporta esta unión a la labor del tercer sector?

Equilibrio entre universalizar y situar

La Ética de la Justicia es el argumento imperante detrás de cualquier labor de transformación social. Responde a las teorías de Kohlberg y también a las del filósofo John Rawls, y se caracteriza por valores como: objetividad, autonomía, independencia, no interferencia, justicia, razón, individualidad, libertad e igualdad. Se basa en la razón, la conciencia y la aplicación de derechos, deberes y normas. El mantenimiento de las reglas permitirá el afianzamiento de los valores. 

La Ética del Cuidado puede (y debe) ser complementaria de la Ética de la Justicia. Ambas son indispensables para la labor del tercer sector en general y del voluntariado en particular: están detrás del compromiso transformador que nos une y establece un modo democrático de hacer las cosas, actuando directamente desde la igualdad.

Los valores abstractos, los principios y las normas no son suficientes para conseguir la justicia social si no integramos la empatía y la responsabilidad como motor de los mismos. Integrar la Ética del Cuidado a nuestra práctica profesional o voluntaria nos permite encontrar las herramientas y las estrategias más adecuadas para cada situación, actuar desde el pensamiento crítico y abrir vías de diálogo. Reconocernos en nuestra interdependencia, vulnerabilidad y responsabilidad es una manera más realista y más horizontal de habitar este mundo y de (como tantas personas voluntarias hacen de manera desinteresada día a día) tratar de transformarlo.


Alma Capa Cea

Equipo de Intervención del proyecto de prevención del ciberacoso y otros riesgos y violencias Online Redes Con Corazón: #TePongoUnReto. Graduada en Filosofía y Antropología Social. Máster en Estudios de Género y Máster en Formación del Profesorado en Intervención Sociocomunitaria.

Con el apoyo de: Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia, financiado por la Unión Europea-Next Generation EU